I.E: “Sagrado Corazón de Jesús” Tercero: “B”, “C” y “E”
MARIANELA
(Fragmento)
Pablo y Marianela
salieron al campo, precedidos de Choto, que iba y volvía gozoso y saltón,
moviendo la cola y repartiendo por igual sus caricias entre su amo y el lazarillo de su amo.
-
Nela-dijo Pablo-, hoy el día está muy hermoso. El
aire que corre es suave y fresco, y el sol calienta sin quemar. ¿A dónde vamos?
-
Echaremos por estos prados adelante –replicó la Nela,
metiendo su mano en una de las faltriqueras de la americana del mancebo-. ¿a
ver que me has traído hoy?
-
Busca bien y encontraras algo –dijo Pablo riendo.
-
¡Ay, Madre de Dios! Chocolate crudo… ¡y poco que me
gusta el chocolate crudo!...nueces… una cosa envuelta en un papel…
-
¿A dónde vamos hoy? –repitió el ciego.
-
A donde quieras, niño de mi corazón –repuso la Nela,
comiéndose el dulce y arrojando el papel que lo envolvía-. Pide por esa boca,
rey del mundo.
Los negros ojuelos de
la Nela brillaban de contento, y su cara de avecilla graciosa y vivaracha
multiplicaba sus medios de expresión, moviéndose sin cesar. Mirándola, se creía
ver un relampagueo de reflejos temblorosos, como los que produce la luz sobre
la superficie del agua agitada. Aquella débil criatura, en la cual parecía que
el alma estaba como prensada y constreñida dentro de un cuerpo miserable, se
ensanchada, se crecía maravillosamente al hallarse sola con su amo y amigo.
Junto a él tenía espontaneidad, agudeza, sensibilidad, gracia, donosura
fantasía. Al separarse, creeríase que se serraba sobre ella las negras de una
prisión.
-
Pues yo digo que iremos a donde tú quieras –observó el ciego-.me gusta obedecerte. Si te parece bien, iremos al bosque que está más
allá de Saldeoro esto, si te parece bien.
-
Bueno, bueno, iremos al bosque –exclamó la Nela,
batiendo palmas.
Pero como no hay
prisa, nos sentaremos cuando estemos cansados.
-
Y que no es poco agradable aquel sitio donde está
la fuente, ¿sabes, Nela?, y donde hay unos troncos muy grandes, que aparecen
puestos allí para que nos sentemos nosotros , y donde se oyen cantar tantos,
tantísimos pájaros, que es aquello la gloria.
-
Pasáramos por donde está el molino, de quien tú
dices que habla mascullando las palabras como un borracho. ¡Ay, qué hermoso día
y qué contenta estoy!
-
¿Brilla mucho el sol, Nela? Aunque me digas que sí,
no lo entenderé, porque no sé lo que es brillar.
-
Brilla mucho, sí, señorito mío. ¿Y a ti qué te
importa eso? El sol es muy feo. No se le puede mirar a la cara.
-
¿Por qué duele?
-
¿Qué duele?
-
La vista. ¿Qué sientes tú cuando estas alegre?
-
¿Cuándo estoy libre, contigo, solos los dos en el
campo?
-
Sí.
-
Pues ciento que me nace dentro del pecho una
frescura, una suavidad dulce…
-
¡Ahí te quiero ver! ¡madre de Dios! pues ya sabes cómo
brilla el sol.
-
¿Con frescura?
-
No, tonto.
-
¿Pues con qué?
-
Con eso.
-
Con eso; ¿y qué es eso?
-
Eso –afirma nuevamente la Nela con acento de libre
convicción.
-
Ya veo que esas cosas no se pueden explicar. Antes
me formaba yo idea del día y la noche. ¿Cómo? Verás: era de día, cuando hablaba
la gente; era de noche, cuando la gente callaba y cantaban los gallos. Ahora no
hago las mismas comparaciones. Es de día cuando estamos juntos tú y yo; es de
noche cuando nos separamos.
-
¡Ay, divina madre de Dios! – exclamó la Nela,
echándose atrás las guedejas que le caían sobre la frente-. A mí, que tengo
ojo, me parece lo mismo.
-
Voy a pedirle a mi padre que te deje vivir en mi
casa para que no te separes de mí.
-
Bien, bien –dijo María, batiendo palmas otra vez.
Y diciéndola se adelantó
saltando algunos pasos; y, y recogiendo con extrema gracia sus faldas, empezó a
bailar.
-
¿Qué haces, Nela?
-
¡Ah, niño mío! , estoy bailando. Mi contento es tan
grande, que me han entrado ganas de bailar.
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