miércoles, 2 de septiembre de 2015

Fragmento de la obra "Marianela" de Benito Pérez Galdós, para ser analizado con la estrategia Aprender a Aprender: QQQ (Que veo), (Que no veo) y (Que infiero).

I.E: “Sagrado Corazón de Jesús”        Tercero: “B”, “C” y “E”

MARIANELA
(Fragmento)

Pablo y Marianela salieron al campo, precedidos de Choto, que iba y volvía gozoso y saltón, moviendo la cola y repartiendo por igual sus caricias entre su amo  y el lazarillo de su amo.
-          Nela-dijo Pablo-, hoy el día está muy hermoso. El aire que corre es suave y fresco, y el sol calienta sin quemar. ¿A dónde vamos?
-          Echaremos por estos prados adelante –replicó la Nela, metiendo su mano en una de las faltriqueras de la americana del mancebo-. ¿a ver que me has traído hoy?
-          Busca bien y encontraras algo –dijo Pablo riendo.
-          ¡Ay, Madre de Dios! Chocolate crudo… ¡y poco que me gusta el chocolate crudo!...nueces… una cosa envuelta en un papel…
-          ¿A dónde vamos hoy? –repitió el ciego.
-          A donde quieras, niño de mi corazón –repuso la Nela, comiéndose el dulce y arrojando el papel que lo envolvía-. Pide por esa boca, rey del mundo.
Los negros ojuelos de la Nela brillaban de contento, y su cara de avecilla graciosa y vivaracha multiplicaba sus medios de expresión, moviéndose sin cesar. Mirándola, se creía ver un relampagueo de reflejos temblorosos, como los que produce la luz sobre la superficie del agua agitada. Aquella débil criatura, en la cual parecía que el alma estaba como prensada y constreñida dentro de un cuerpo miserable, se ensanchada, se crecía maravillosamente al hallarse sola con su amo y amigo. Junto a él tenía espontaneidad, agudeza, sensibilidad, gracia, donosura fantasía. Al separarse, creeríase que se serraba sobre ella las negras de una prisión.
-          Pues yo digo que iremos a donde tú quieras –observó el ciego-.me gusta obedecerte. Si te parece bien, iremos al bosque que está más allá de Saldeoro esto, si te parece bien.
-          Bueno, bueno, iremos al bosque –exclamó la Nela, batiendo palmas.
Pero como no hay prisa, nos sentaremos cuando estemos cansados.
-          Y que no es poco agradable aquel sitio donde está la fuente, ¿sabes, Nela?, y donde hay unos troncos muy grandes, que aparecen puestos allí para que nos sentemos nosotros , y donde se oyen cantar tantos, tantísimos pájaros, que es aquello la gloria.
-          Pasáramos por donde está el molino, de quien tú dices que habla mascullando las palabras como un borracho. ¡Ay, qué hermoso día y qué contenta estoy!
-          ¿Brilla mucho el sol, Nela? Aunque me digas que sí, no lo entenderé, porque no sé lo que es brillar.
-          Brilla mucho, sí, señorito mío. ¿Y a ti qué te importa eso? El sol es muy feo. No se le puede mirar a la cara.
-          ¿Por qué duele?
-          ¿Qué duele?
-          La vista. ¿Qué sientes tú cuando estas alegre?
-          ¿Cuándo estoy libre, contigo, solos los dos en el campo?
-          Sí.
-          Pues ciento que me nace dentro del pecho una frescura, una suavidad dulce…
-          ¡Ahí te quiero ver! ¡madre de Dios! pues ya sabes cómo brilla el sol.
-          ¿Con frescura?
-          No, tonto.
-          ¿Pues con qué?
-          Con eso.
-          Con eso; ¿y qué es eso?
-          Eso –afirma nuevamente la Nela con acento de libre convicción.
-          Ya veo que esas cosas no se pueden explicar. Antes me formaba yo idea del día y la noche. ¿Cómo? Verás: era de día, cuando hablaba la gente; era de noche, cuando la gente callaba y cantaban los gallos. Ahora no hago las mismas comparaciones. Es de día cuando estamos juntos tú y yo; es de noche cuando nos separamos.
-          ¡Ay, divina madre de Dios! – exclamó la Nela, echándose atrás las guedejas que le caían sobre la frente-. A mí, que tengo ojo, me parece lo mismo.
-          Voy a pedirle a mi padre que te deje vivir en mi casa para que no te separes de mí.
-          Bien, bien –dijo María, batiendo palmas otra vez.
Y diciéndola se adelantó saltando algunos pasos; y, y recogiendo con extrema gracia sus faldas, empezó a bailar.
-          ¿Qué haces, Nela?

-          ¡Ah, niño mío! , estoy bailando. Mi contento es tan grande, que me han entrado ganas de bailar.



DOCENTES PRACTICANTES: Wilmer, Jhonson y Leodán

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